Este 2022 se cumplen 165 años del histórico levantamiento de las mujeres obreras en New York por la reducción de su jornada laboral y por condiciones de seguridad e higiene en el trabajo. Este 8 de marzo no sólo honramos su memoria con una jornada de lucha, sino que mantenemos vigentes sus demandas.
Hoy podemos ver claramente cómo en el capitalismo nuestras aspiraciones de una vida digna y equitativa nunca podrán ser alcanzadas plenamente. A pesar del desarrollo tecnológico sin precedentes y de la división social del trabajo que predomina en el mundo, las mujeres, igual que hace 165 años, siguen enfrentando falta de seguridad en el trabajo, desempleo, precariedad y la carencia de una estructura estatal que permita asumir socialmente el mantenimiento del hogar, así como el cuidado de los hijos y los adultos mayores.
La pandemia que ha asolado al mundo durante los últimos años ha puesto en evidencia de manera descarnada la doble explotación y la precariedad en la viven millones de mujeres en el mundo y muy especialmente en nuestro país. Ante la falta de prestaciones, de estructura de salud y cuidados, las mujeres y las niñas han asumido tareas de cuidado y manutención que deben ser una responsabilidad social.
En México la licencia por maternidad es prácticamente inexistente debido a la precariedad laboral o bien por la exigencia de tareas derivada de la falta de regulación del teletrabajo. Las escuelas y guarderías estatales han sido desmanteladas y nunca han sido suficientes. Las mujeres no cuentan con servicios de salud que les permitan garantizar de manera libre su salud reproductiva y una vida digna para ellas y sus hijos.
Hoy como entonces la hipocresía característica de la legalidad burguesa se viste de discursos y programas vacíos de apoyo a la mujer, mientras la ley es omisa ante la precariedad laboral, los cuidados de la infancia, la violencia y los asesinatos de mujeres. El tráfico de niñas y mujeres, así como la creciente esclavización de las menores por la prostitución, tiene el camino abierto de las instituciones, así como lo tienen otros rubros del capitalismo ilegal.
Los valores podridos del capitalismo siguen condenando en la vida cotidiana al juicios social y al aislamiento a las mujeres que denuncian los abusos de los que son víctimas, aunque cualquiera pueda portar los colores de la lucha de las mujeres y reivindicarse feminista. Para algunos todo cabe en el mercado del capitalismo.
El capitalismo vende la idea de que las mujeres lo podíamos alcanzar todo bajo el manto del mercado y competencia descarnada. Revestidos del oropel de la sofisticación, el capitalismo profundizó en el enraizamiento de sus valores caducos y opresivos para el desarrollo de las mujeres.
Sin embargo, durante estas décadas de recrudecimiento de las políticas capitalistas las mujeres solo hemos tenido dobles jornadas agotadoras, explotación, exclusión, discriminación, pobreza, violencia y muerte.
También, han sido años en el que las mujeres se han reorganizado, retomando las banderas de lucha gracias a aquellas que mantuvieron los referentes aún cuando las reivindicaciones de las mujeres no estaban en el orden de día o de moda. La realidad de la explotación y la violencia nos ha alcanzado a todas.
Hace 165 años las obreras de New York se rebelaron ante la explotación sin freno de la naciente carrera de industrialización capitalista. Hoy nosotras no tenemos dudas de que es el capitalismo, la sociedad de clases y la división sexual del trabajo la causa fundamental de la opresión generalizada que vivimos las mujeres. Como comunistas siempre mantendremos la lucha por alcanzar la equidad, protección a la salud y la vida, por mejores trabajos con salario remunerador, por derecho al aborto seguro. Sin embargo, en este camino, nunca perdemos de vista que nuestras demandas históricas implican una revolución social, una nueva forma de organización del trabajo en el que la reproducción de la vida cotidiana no recaiga sobre los hombros de las mujeres. No perdemos de vista que han sido sólo los ejercicios de construcción socialistas lo que han puesto como tareas centrales del Estado la emancipación, desarrollo y bienestar de las mujeres y las niñas. La abolición del trabajo doméstico obligado, la salud reproductiva y el desarrollo pleno de las capacidades de las mujeres son un horizonte de la lucha comunista y hacia allá dirigimos nuestra lucha reivindicativa y nuestros esfuerzos organizativos. No habrá verdadera emancipación para las mujeres sin revolución social. Hoy, cómo hace 165 años, las mujeres vamos al frente de la lucha de clases por nuestra emancipación y la de la humanidad.
Por la revolución y el futuro comunistas
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Partido Comunista de México (PCdeM)