Primera parte
Por: Diego Martínez
I
A raíz de la alarma mediática, escandalosamente difundida de cuando en cuando con mayor intensidad, respecto a una posible conflagración internacional a gran escala, cuyo origen supuestamente se encontraría en Europa del Este, quiero aclarar algunos puntos del escenario político-económico entre las potencias imperialistas y de esta manera, revelar las verdaderas causas de una guerra de tales dimensiones, de sus pretextos y de sus falsos positivos.
Dedicaré esta primera entrega a analizar la situación geopolítica de Rusia y su papel entre la desaparición de la URSS y la primera década de su independencia, para tratar de comprender el porqué de su antagonismo en el relato diario de los medios masivos de comunicación a lo largo del planeta.
El “eterno” enemigo: Rusia
1.-Motivaciones ideológicas
Tanto para el caso ruso, como para el chino, me parece, necesario en primer lugar, distinguir dos motivaciones entre las naciones que realizan actividades y ejercen propaganda anti rusa y anti china. La más importante de ellas es la material, basada en la competencia económica por mercados, la segunda es infinitamente menos relevante, es ideológica y por lo tanto retardataria, aunque es en esta ancla donde sus publicistas han intensificado la campaña mediática de forma masiva y uniforme. Por practicidad en la exposición, empezaré por esclarecer ésta última, que es la que enmascara a la primera; la motivación auténtica.
Moscú representó durante el siglo XX, la capital del socialismo y los problemas políticos que tuvieron las naciones ajenas a la influencia soviética, culparon sin escrúpulos a la entonces URSS de los mismos, aunque en la mayoría de las ocasiones, estos tuviesen una evidente lógica de naturaleza interna.
En la breve existencia de la Unión Soviética, ésta fue invadida al menos en tres ocasiones diferentes por las potencias más poderosas de la época, por mercenarios y ejércitos de países vecinos, cuyos intereses chocaban francamente con la construcción de un mundo libre del dominio capitalista.
La propaganda anticomunista que se divulgó desde entonces, no ha parado de reproducirse aunque, mientras más pasa el tiempo, es también más absurda, maniquea y pobre en sus argumentos, si bien no menos agresiva.
A pesar de que la Unión Soviética dejó de representar un verdadero peligro para la subsistencia del modelo capitalista desde 1956 y que, finalmente ésta fue disuelta en su totalidad, a fuerza de tiros en 1991, las campañas de odio contra todo lo que oliera a ruso, parece que no disminuyeron. ¿Por qué?
En realidad hubo un periodo que abarcó de 1991 a 2004 aproximadamente, en el que las victoriosas potencias occidentales, trataron con mediano entusiasmo, primero al entreguismo de Boris Yeltsin y luego a la figura supuestamente renovadora del Vladímir Putin, cuestión que veremos más adelante.
Con todo y la descomposición que sufrió la URSS entre 1956 y 1991, cuando el resto de repúblicas que la integraban, se independizaron de la actual Federación Rusa, ésta seguía contando con bastas capacidades militares, sobretodo en el campo nuclear, aunque no solamente. Aunado a que, los recursos del inmenso territorio ruso, hacen de éste un lugar privilegiado para la explotación de toda clase de combustibles, desde el carbón hasta los hidrocarburos, entre muchas otras materias primas y minerales, lo que se tradujo en riquísimas y muy estratégicas fuentes para un nuevo mercado en la región.
En este punto, nos acercamos a las razones auténticas del fanatismo anti ruso, pero antes de pasar de lleno a las mismas, creemos que va quedando claro, desde lo ideológico, el tipo de herencia tergiversada que se hizo de la Unión Soviética frente a sus detractores, quienes temporalmente han ganado la batalla del mito en el fracaso y el horror del comunismo.
Por si fuera poco, es verdad que ha sido muy grave en el mecanismo ideológico de diversos pueblos de Europa, el exacerbado nacionalismo estimulado por factores objetivos muy claros. Muchas de las naciones vecinas de Rusia, fueron conquistadas y sojuzgadas durante el imperio zarista, lo cual produjo un evidente odio contra la cultura rusa, odio que se incrementó en múltiples sectores reaccionarios que posteriormente, fueron igualmente combatidos por la concepción internacionalista del socialismo soviético.
La eficacia de la estimulación chauvinista ha sido ya comprobada en diversos conflictos armados a lo largo de los últimos treinta años en la vecindad rusa; las Guerras de Chechenia, la Guerra de Georgia y claro está, la actual tensión con Ucrania, son algunos ejemplos de cómo el disfraz étnico sirve muy bien para ocultar los intereses del mercado.
A continuación veremos, cómo la suma de estos elementos, en la desintegración de la Unión Soviética, fue un caldo de cultivo idóneo para el empobrecimiento y la desarticulación de Rusia en el coro de las naciones.
2.-La Rusia “bien portada”
No pretendo hacer un análisis profundo sobre la disolución de la Unión Soviética, pero considero necesario ilustrar algunos aspectos históricos de la Rusia contemporánea, para evidenciar que, aunque sea por un fugaz momento, fue una nación por lo menos no riesgosa ni amenazante a los intereses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por qué esto fue posible y por lo menos ahora, no lo es.
La putrefacción social a la que se vieron arrojados los pueblos de la Unión Soviética, en el proceso de su liquidación, fue salvaje y entre el caos de la miseria que copó el desempleo y la inseguridad, surgieron en las antiguas repúblicas soviéticas cientos de oportunistas y arribistas que pertenecieron a los Partidos Comunistas locales, ya muy descompuestos desde hacía décadas. Uno de esos personajes fue Boris Yeltsin.
Bajo el liderazgo de Mijaíl Gorbachov, Secretario General del PCUS[1] y arquitecto del desmantelamiento restante de la Unión Soviética, conocido como Glasnost-Perestroika, Boris Yeltsin es elegido secretario del PCUS de Moscú en 1985, trampolín ideal para proyectar cualquier figura política en el contexto regional.
Desde una palestra tan inmejorable, Yeltsin comprende que el mejor camino para desarticular el poder soviético y ocupar el vacío que surgiría, es convertirse en la figura contestataria hacia su antiguo mentor, Gorbachov. En éste sentido, Yeltsin, no fue más que una vergonzosa consecuencia de la destrucción orquestada por su antecesor.
En medio de este descrédito mediático, aunque falaz del socialismo, Boris Yeltsin asegura su lugar como mandatario de la nueva y soberana Federación Rusa -respecto a la extinta URSS, tras la independencia de las otras repúblicas- y gana las primeras elecciones presidenciales de 1991 contra el PCUS[2], con más del 57% de los votos[3].
Antes de continuar con Yeltsin, queremos rescatar el conocido suceso con el cual, Gorbachov asegura, que con la disolución anterior del Pacto de Varsovia[4], los representantes de la OTAN[5] (de ahora en adelante atlantistas), se comprometían (¡de palabra!) a no extenderse hacia el Este bajo ningún concepto[6]. Sin embargo, como sabemos esto no sólo no sucedió, sino que en lugar de que la OTAN[7] se desintegrara, ya que su contraparte había desaparecido, se reforzó, creció e intervino en diversos conflictos cuyas causas escapaban de sus postulados originales.
Con esa promesa claramente falsa, Yeltsin tenía el compromiso de dar rienda suelta para pulverizar los resquicios de herencia soviética, así la trasformación de la economía hacia el libre mercado, era garantía en esta meta. Cuestión planteada originalmente por Gorbachov mediante una especie de unión de repúblicas soberanas que emulara a la Unión Europea, sin embargo, los acontecimientos internos fueron tan estrepitosos que ante la intentona de un golpe de Estado, dimitió dejando vía libre a Yeltsin después de su triunfo electoral[8].
Una de las consignas de su campaña electoral y que le creó grandes simpatías, siguiendo el manual del típico etno-populista renovador, fue evidenciar la corrupción del PCUS, organización a la que había pertenecido durante décadas y que ciertamente había sido descompuesta desde mediados de la década de 1950. A pesar de esta contradicción, tales señalamientos en realidad encerraban el anticomunismo práctico que reinaba alrededor de las dirigencias soviéticas para ése periodo; desde Jruchov, pasando por Brezhnev, hasta Gorbachov y Yeltsin, entre muchos otros, ya que lo mismo que pasaba en Rusia, sucedió en el resto de las repúblicas ex soviéticas.
Si bien desde entonces, la dirección de la Unión Soviética había ido abandonando paulatinamente el programa comunista, de combate a la explotación y la producción mercantil, no había sido expuesta a una liberalización de precios, productos y propiedades como las que emprendió la era Yeltsin, causando el decaimiento en los niveles de vida de aquellos pueblos, no vistos desde la época zarista.
Sin embargo, tales compromisos con el mercado mundial, las potencias occidentales y los bolsillos de los nuevos oligarcas regionales eran irrenunciables. Tan es así que en 1993, ante la posibilidad de ser destituido por el Poder Legislativo que protestó en reacción de la miseria generalizada en Rusia, Yeltsin disolvió al naciente parlamento[9], provocando una masacre entre la población civil que secundó la protesta parlamentaria, con un saldo de cientos de muertos[10]. De esta manera facilitó su camino para intensificar a todo vapor, la liberalización de la economía y la política rusas. Todo esto, bajo el amparo de Washington y sus aliados; el Presidente Clinton fue clave en el apoyo mundial que recibió Yeltsin. La manipulación mediática fue altamente eficaz.
El siguiente paso fue la firma de cooperación con la Unión Europea, bajo la promesa de la –“verdadera democracia”, Rusia es incluida por primera vez en el grupo de las 7 economías más importantes del mundo junto a Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña y otras naciones europeas. El imperialismo occidental estaba encantado con lo amaestrado que podía ser un dirigente de la nueva Rusia.
Así, mientras la burguesía mundial, embriagada de insólito fervor ruso, festejaba a Yeltsin, en Chechenia estallaba la primera guerra separatista de Rusia y las protestas obreras en sus principales ciudades exponían la economía interna.
A los casi tres años de guerra chechena, se firma un primer tratado de paz entre las partes, cuestión que vuelve a catapultar la candidatura de Yeltsin y gana por segunda vez las elecciones presidenciales de 1996[11].
En el periodo de 1991 a 1999, Yeltsin estimuló la participación, casi regalada de la burguesía naciente rusa y de otros inversores extranjeros, para la compra de casi todos los bienes estatales, que ayudaban a subsidiar una gran cantidad de programas sociales como el caso de la atención a los ancianos o la garantía del acceso a todos los niveles de educación pública entre muchos otros, con esos contratos[12] [13], los últimos resquicios de rectoría, intervención y asistencia estatal en la economía, fueron borrados; significó la puesta en práctica de los postulados de Hayek y Friedman, más rápidos de la historia y con las consecuencias menos sorpresivas y más trágicas de Eurasia.
Como es evidente, tales cambios en la conducción de Rusia, tenían contentísimo al imperialismo en su conjunto, por lo cual, la nación eslava obtuvo enormes préstamos del FMI[14] y otros organismos crediticios, incluso con ayuda de la poderosa mafia local, había logrado acceder al poco honroso club de la Organización Mundial del Comercio (OMC), aspectos, que, por supuesto no evitaron el colapso del rublo en 1998[15], demostrando lo absurdo de las promesas liberales, es decir anticomunistas, en todos los aspectos.
El desarrollo agudo de la crisis financiera provocó la huelga de los mineros rusos y fue asociada al siguiente estallamiento del conflicto checheno por segunda ocasión, para entonces Yeltsin ya era un presidente con una popularidad marginal y su salud cardiaca empeoraba. Por si fuera poco, la pestilencia de fraudes multimillonarios en asociación con la mafia en obras de supuestas remodelaciones del Kremlin, avizoraban su inminente hundimiento; así fue como para 1999, sin haber concluido su segundo periodo constitucional, dimite, dejando como encargado del despacho para los siguientes meses, a su jefe se seguridad y ex agente del KGB, después FSB[16] Vladímir Putin[17].
Paralelo a la vorágine política, social y económica que asolaba a Rusia en esos años, los conflictos separatistas, hicieron de la otrora potencia antagónica, una nación que no representó ninguna amenaza o riesgo a los intereses de la OTAN, ya que a pesar de las enardecidas declaraciones del gobierno ruso condenando las guerras yugoslavas, nunca intervino contra los ejércitos ocupantes en los Balcanes y dio vía libre al bombardeo de los aviones norteamericanos y europeos contra la población serbia.
Además de demostrar el fracaso social de la la aplicación del liberalismo político económico en un pueblo que había superado todas las tazas y mediciones productivas durante el periodo socialista, también ha quedado meridianamente claro, que Rusia, no siempre fue un enemigo militar de los intereses el imperialismo occidental.
En la siguiente entrega abordaré las que considero, verdaderas y muy vigentes razones de la guerra y la paz entre las naciones, en este caso las que mantiene Rusia con el mundo; mismas que como se ha visto en este análisis, descansan sino única, sí fundamentalmente en la economía; las contradicciones de los mercados internacionales, es decir su competencia, que es el único interés de la burguesía mundial para dominar y acumular riqueza, al costo que sea.
[1] Partido Comunista de la Unión Soviética
[2] https://elpais.com/diario/1990/07/13/internacional/647820001_850215.html “Yeltsin abandona el PCUS para luchar por el pluripartidismo”
[3] https://archive.ph/20120707182857/http://english.ruvr.ru/elections_history/ “Presidential elections in Russia”
[4] El Pacto de Varsovia fue un tratado de cooperación militar entre la Unión Soviética y otras democracias populares de Europa del Este: (Albania, República Democrática Alemana, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania) para defenderse de una potencial amenaza externa a la órbita del llamado socialismo real, entre 1955 y 1991.
[5] La OTAN surge como alianza ofensiva dirigida por Estados Unidos y otros países de Europa y Oceanía, para detener el posible avance militar soviético en el mundo, después de la Segunda Guerra Mundial.
[6] https://www.swissinfo.ch/spa/rusia-osce_eeuu-prometi%C3%B3-a-gorbachov-que-otan-no-avanzar%C3%ADa–ni-una-pulgada—seg%C3%BAn-rusia/47260086 “EEUU prometió a Gorbachov que OTAN no avanzaría «ni una pulgada», según Rusia”
[7] Dos de las tres Guerras de Yugoslavia, Dos Guerras del Golfo Pérsico, Guerra de Libia 2011, Guerra de Siria 2014
[8] https://www.youtube.com/watch?v=bBCXKVFv7-g “Entrevista con Mijaíl Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética”
[9] https://elpais.com/diario/1993/09/22/portada/748648801_850215.html “Golpe de Estado de Yeltsin”
[10] https://elpais.com/diario/1993/10/17/internacional/750812401_850215.html “Investigaciones periodísticas cifran en más de 500 los muertos en el asalto al Parlamento ruso”
[11] https://www.theaustralian.com.au/inquirer/how-america-lost-russia/news-story/bd20ff3058fc9e643894217e2a0a938b “How America loost Russia”
[12] https://web.archive.org/web/20040805043145/http://vms.cc.wmich.edu/~97levintova/Ny.html “The Russian Devolution”
[13]https://web.archive.org/web/20040803112056/http://www.foreignaffairs.org/20001101fareviewessay946/daniel-treisman/blaming-russia-first.html “Godfather of the Kremlin: Boris Berezovsky and the Looting of Russia. Paul Klebnikov. New York: Harcourt Brace, 2000, 353 pp. $28.00.”
[14] https://web.archive.org/web/20070928120054/http://www.the-spark.net/csart264.html “Yeltsin, «The Family» and the Bureaucratic Mafia”
[15]https://web.archive.org/web/20080423042841/http://www.worldbank.org/html/prddr/trans/julaug99/pgs11-13.htm “Beyond Transition: Foreign Loans Diverted in Monster Money Laundering?
The Mafia, Oligarchs, and Russia’s Torment”
[16] Agencias de seguridad interior soviética y rusa, respectivamente.
[17] https://www.elmundo.es/elmundo/2007/04/23/obituarios/1177344527.html “Yeltsin, el obrero travieso que disolvió la URSS”