“Solo en un sistema socialista los intereses del individuo, el Estado y el colectivo son uno”.
Ho Chi Minh, Informe al proyecto de la Constitución.
Por: Diego Martínez
El 30 de abril de 1975, fuerzas guerrilleras locales y tropas regulares del Ejército Popular de Vietnam, tomaban por asalto la Ciudad de Saigón, –renombrada Ho Chi Minh- dando así, el golpe letal al imperialismo yanqui en la región y a la debilitada burguesía vietnamita del sur, finalizando el largo periodo bélico de intervenciones extranjeras en el país.

Hacía 7 años que el líder histórico del proceso revolucionario vietnamita, Ho Chi Minh, había muerto, librando antes batallas contra el colonialismo japonés y francés, sin embargo, la guerra por la liberación definitiva continuaba.
A finales de 1974 la guerrilla comunista del Sur de Vietnam, organizada en el Vietcong[1], había duplicado su fuerza en más de 300 mil combatientes, gracias a la labor partidaria en el movimiento de masas, cuestión que garantizó el respaldo popular del sur hacia los comunistas.
La fuerza del Vietcong era tal, que unidades especiales norteamericanas intentaron asesinar a los jefes militares de su Estado Mayor, sin éxito. A lo largo de la contienda, no pudieron liquidar ni a uno sólo de ellos, recibiendo por el contrario cuantiosas bajas en cada intentona. Entonces, el Pentágono dirigió ataques aéreos mediante bombarderos B-52 contra el cuartel general del Vietcong, arrastrando una derrota más a los invasores, pues los radares soviéticos identificaron cada una de las aeronaves, alertando a la artillería vietnamita que las derribó, sin causar daños en las instalaciones del Vietcong.
Por otro lado, gracias a la planificación socialista, el gobierno de Hanói había logrado construir un sinfín de vías terrestres y subterráneas para el transporte de tropas, armamento pesado y demás avituallamiento militar encaminado a la conquista final del resto del país en el sur. De esta manera se organizó desde el norte, la Campaña Militar 275, para la Ofensiva de Primavera, en cuya planeación última se comisionó al General campesino Văn Tiến Dũng, el estratega que brindaría la Victoria en la caída de Saigón.
El 4 de marzo de 1975, el Ejército Popular de Vietnam (EPV) junto a pobladores aledaños, cortaron el acceso a carreteras del sur para cercar dos importantes ciudades en la ruta al último bastión, tres días después las ciudades cayeron, lo que provocó la capitulación de otras ciudades vecinas, arrebatándoselas a los rupturistas del sur.
Para el 24 de marzo la primera zona de intervención del EPV había sido plenamente ganada, infligiendo una terrible desbandada en las tropas enemigas que se habían acuartelado para defender el aeropuerto de Go Quanh y otras áreas.
En paralelo a la campaña militar, el Vietcong organizó insurrecciones populares en todo el territorio sureño. Ante el temor de la llegada de las tropas vietnamitas, el gobierno de la burguesía indochina ordenó la movilización masiva de sus mercenarios para retener la ofensiva del norte, sin embargo múltiples insurrecciones triunfaron a lo largo de las tierras centrales, siendo inevitable el fortalecimiento del Vietcong y facilitando el camino del EPV.

A principios de abril, las fuerzas comunistas se habían apoderado ya de 16 provincias del sur gracias al apoyo insurreccional del pueblo. El 8 de abril, el Buró Político del Partido Comunista, ordenó al General Văn Tiến Dũng la toma de Saigón, diseñada en la nueva Campaña bautizada Ho Chi Minh, la cual tendría que ser breve y contundente. El 9 de abril, las tropas del EPV ya se encontraban a 42 km de Saigón, logrando movilizar a más de 100 mil milicianos desde el delta del río Mekong, sitiando así la capital sureña.
El rápido avance terminó de intimidar a la Casa Blanca, que después de incontables derrotas, se negó a prestar apoyo aéreo al gobierno de los terratenientes que se atrincheraban en Saigón. El 18 de abril, la embajada norteamericana evacuó a todo su personal, huyendo hacia Filipinas.
El 27 de abril, el gobierno del sur, tenía preparada la defensa de Saigón con 4 Divisiones militares y una Brigada de Aerotransportados, lo que en conjunto a los mercenarios, sumaban una fuerza de 250 mil elementos, contra las fuerzas comunistas, que representaban alrededor de 140 mil soldados regulares y guerrilleros obrero-campesinos. Ése mismo día, la artillería del EPV comenzó sus ataques a Saigón.
En la tarde del 28 de abril, tres aviones de combate A-37 Dragonfly requisados al Ejército del Sur, bombardearon el aeropuerto de Tan Son Nhut y la base aérea enemiga, sin contratiempos.
Durante la madrugada del 29 de abril el resto de la flota aérea del sur abandonó territorio vietnamita hacia Tailandia, al amanecer ya había colapsado prácticamente toda la estructura de su mando militar.

El 30 de abril, con un campo más despejado gracias a la incesante artillería, el EPV decide entrar a Saigón, encabezados por la 324° División. Era vital centrarse en la base aérea del sur y el aeropuerto Tan Son Nhut, únicos puntos donde el enemigo se había hecho fuerte. Los pasajes desde la entrada de la Ciudad hacia los puntos mencionados debieron ser librados por la infantería vietnamita en combates cuadra por cuadra. Una vez roto el bloqueo presentado por la Brigada de Aerotransportados enemiga, fue necesaria la entrada al Palacio Presidencial de los colaboracionistas para aplastar cualquier resquicio del viejo poder. Así, a las 10:00 am, una columna de tanques de fabricación soviética T-54 y T-55 derribaron las puertas del palacio, asegurando el triunfo revolucionario. Instantáneamente la población de Saigón se unió a las filas de los combatientes festejando la liberación.

La retirada definitiva del personal yanqui en suelo vietnamita y la destrucción de las fuerzas armadas de la burguesía local, terminaron con la última guerra al interior de la nación indochina, guerra que sacudía a su pueblo desde 1959, sin contar las intervenciones japonesa y francesa. Esta última conflagración costó más de tres millones de muertes vietnamitas, cerca de 300 mil muertes camboyanas y alrededor de 100 mil muertes laosianas.
En la época moderna, ningún otro pueblo salvo los 20 millones de soviéticos asesinados durante la Segunda Guerra Mundial, ha sido tan severamente castigado por defender el socialismo en su territorio, durante periodos de guerra tan largos y de forma sistemática, sin embargo la implacable firmeza vietnamita ha demostrado que su ahínco no ha sido en vano.

Decía que hoy Vietnam representa una doble Victoria histórica ya que, gracias a las formas de organización de estilo socialista que siguen vigentes en el país ha podido evitar, superar y aplastar la actual crisis sanitaria que el mundo padece.

La estrategia del gobierno vietnamita contra el COVID-19, ha sido dirigida por el Viceministro Vu Duc Dam, conocido popularmente como “el héroe de la tormenta” por lo brillantísimo y pulcro de su campaña para proteger al pueblo, demostrando que es humanamente posible en las condiciones adecuadas evitar tragedias de grandes magnitudes. Como vemos el Estado vietnamita garantizó la seguridad de su población, no al 90%, ni si quiera al 99% sino que logró hacerlo al 100%.
¿Pero cómo es que alcanzaron tal éxito, al menos hasta ahora? En síntesis podemos contar los siguientes pasos:
° Cierre de fronteras aéreas y terrestres.
° Seguimiento pormenorizado de visitantes recientes, nacionales y extranjeros, con y sin síntomas de la enfermedad.
° Cerco total de poblaciones con posibles brotes.
° Cierre total de actividades productivas no esenciales, las cuales están en manos del Estado y no de la iniciativa privada.
° Racionamiento de víveres para los trabajadores incapacitados de acudir a sus centros laborales, sin menoscabo de su salario regular.
° Uso obligatorio de mascarillas en transportes y vía pública desde el inicio de la epidemia.
° Desarrollo tecnológico en las ciencias médicas para el tratamiento y posterior eliminación de la enfermedad.
° Movilización de las Fuerzas Armadas en todo el país, paralela a campañas de saneamiento con unidades médicas transportadas.
° Coordinación entre las autoridades y las masas populares basada fundamentalmente en la confianza hacia el Estado.
Ninguna de las medidas anteriores puede ser adoptada de manera óptima por gobiernos basados únicamente en la lógica del capital, por mucha voluntad política que puedan tener.
En las últimas semanas se ha tenido información de múltiples ataques con violencia extrema, hacia trabajadores de la salud, por lo menos en Argentina, Colombia, Chile y México, dentro del contexto de la pandemia de COVID-19. También ha sido público que, en Kansas –“sur profundo”- y Nueva York –“norte civilizado”-, para el 28 de abril, han reportado más de 100 auto-envenenamientos, a causa de inyecciones de desinfectante en las venas. Mientras tanto, las cifras actualizadas para el 29 de abril arrojan que en Estados Unidos hay 1 millón 38 mil 451 infectados y 60 mil 876 muertes por COVID-19.
En ciudades como Hanói y Ho Chi Minh, el pueblo vietnamita ha organizado “cajeros gratuitos” con arroz para consumo social, iniciativa que el Estado ha retomado posteriormente para la multiplicación de su efecto; demostrando que la superestructura social responde a las consecuencias de las bases materiales y no al revés, como se nos pretende imponer desde visiones liberales.

Esto no significa que la idiosincrasia vietnamita sea mejor, por naturaleza, que la norteamericana, sino que tales ejemplos espontáneos entre uno y otro pueblo, están dados por el nivel de consciencia que permite engendrarse en un modelo más acorde a las necesidades sociales, impactando en la conducta de una forma mucho más armoniosa que la que nace en una colectividad mercantilista. El contraste de unos y otros casos, expone la superioridad de una sociedad sobre otra.
¡Los comunistas del mundo, saludamos la Doble Victoria Vietnamita sobre el imperialismo y el COVID-19!
[1] Referencia vietnamita del Frente Nacional para la Liberación de Vietnam