Omar Martínez
El 5 de octubre del año pasado, en la ciudad de Atlanta, en EEUU, el gobierno mexicano y gobiernos de otros 12 países, suscribieron el Acuerdo Transpacífico (ATP). El cual debería llevar por nombre en relación a sus siglas y bajo el auspicio de su misterioso contenido: (A)cuerdo para (T)ransar al (P)roletariado. Es evidente que los grandes perdedores serán, como siempre, los trabajadores y los sectores populares que componen el grueso de la población de los países implicados en el Acuerdo.
¿Por qué decimos lo anterior? Basta observar que el contenido del ATP se ha mantenido en secreto, y ya lleva 6 años cocinándose a espaldas de los pueblos a los que implica, debido al miedo a que la gente afectada descubra las verdaderas pretensiones y el contenido real de esta imposición.
¿Qué pretensiones tiene? El ATP se oferta con la careta de un «acuerdo comercial». Pero dicho acuerdo no tiene otra intención más que el de establecer un régimen jurídico que garantice el control y dominio de los grandes monopolios, pertenecientes a tres sectores específicos: la salud, el campo y los servicios de comunicación. ¿Y cómo lo harían? Bajo el signo de la llamada “protección intelectual”.
Es decir, las empresas que ostenten un sus manos la patente de manipulación tecnológica sobre semillas, medicamentos y servicios informativos, serán quienes tendrán las “garantías” y “condiciones” dentro de los países firmantes para comercializar, controlar, establecer precios y apropiarse de las relaciones que se deriven de la producción y oferta de servicios a proporcionar. Por lo tanto, se apuntalarían como los amos de los mercados internos y externos que circundan la región, estableciendo marcos jurídicos, laborales, comerciales, políticos e ideológicos que les permitirán el engordamiento desproporcionado de sus bolsillos, a costa de los extenuados bolsillos de los trabajadores. Habría que señalar que la mayoría de las empresas monopólicas son de origen norteamericano ¿Bendita coincidencia?
¿Qué otras características tiene el ATP? Este acuerdo es una expresión de la lucha de clases a nivel nacional e internacional. El acuerdo pretende el control del mercado latinoamericano, frente al avance de países asiáticos, como China e India, en la región. E intenta resucitar el ALCA y el Plan Puebla Panamá, ambos anteriormente sepultados por las luchas sociales. Refleja de igual modo la profundización del proyecto de reestructuración de capital a costa del saqueo de recursos y pauperización de la fuerza de trabajo. Para los políticos mexicanos que negocian el Acuerdo, como Luis Videgaray, “triunfar” significa ser “productivos”; pero en su terminología, la productividad debe leerse como sobreexplotación. Lo mismo sucede con el término “competitividad”, que a diario utilizan las fracciones empresariales beneficiadas con este negocio: para ellos, eso significa pagar salarios paupérrimos a los trabajadores.
Además, el “acuerdo” pretende enterrar los últimos resquicios del Estado regulador. Pues dentro de sus parágrafos se puede encontrar la intención de establecer regulaciones extra territoriales de carácter internacional que doten de poderosas facultades legales a las empresas. Para eso se implementado mecanismos como el ISDS (arbitraje de diferencias Estado-Inversor), que confabulan para permitir el saqueo y protegen a las empresas. Por eso, uno de los puntos principales del ATP establece la prohibición de la expropiación pública por parte de los Estados.
Como se ve, la embestida del capital no se detiene. Más bien se profundiza. Es hora de poner freno a esta barbarie. No podemos permitir que unos cuantos miembros de la burguesía decidan el destino de las sociedades, controlando y modificando productos básicos para nuestra vida como son los alimentos y las medicinas. No podemos permitir que manejen la privacidad de nuestra vida y nuestros datos cibernéticos a su antojo. ¿De qué libertad hablan, o más bien, para quién es esa libertad? Bien dice Pablo Hasel, un rapero revolucionario, “ni ellos mismos respetan sus leyes que establecen”. Por eso es una quimera eso de «libre mercado» y «progreso» dentro del capitalismo.