El día internacional de la mujer trabajadora tiene sus raíces profundas en la historia del movimiento obrero. El 8 de marzo los comunistas de todo el mundo conmemoramos la huelga iniciada en esa fecha en 1857 por las trabajadoras textiles de Nueva York, para exigir por un lado, la reducción de la jornada laboral de 16 a 10 horas y por otro, la igualdad de salarios entre hombres y mujeres.
La huelga fue reprimida brutalmente, pero su fuerza y la justicia de sus demandas, y su carácter de género, la erigieron como un referente importante desde aquella época, así como una punta de lanza para nuevas y más fuertes movilizaciones en Estados Unidos y todo el mundo. La huelga del 8 de marzo, puso en primer plano la cuestión de la lucha contra la desigualdad de las mujeres, a la par de la lucha contra la explotación de clase. Estos elementos llevaron a proponer el 8 de marzo como día internacional de la mujer trabajadora en el seno de la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910 celebrada en Copenhague.
Para los comunistas el 8 de marzo es una fecha revolucionaria, pues reconocemos que la eliminación de la desigualdad entre hombre y mujeres implica una trasformación radical del actual estado de explotación de clases. No hay duda de que en la sociedad capitalista la desigualdad hacia la mujer es un fenómeno complejo que abarca el ámbito económico, político y cultural, pero que en última instancia se deriva de las relaciones de explotación y la propiedad privada sobre los medios de producción. Actualmente, no hay forma de negar que la opresión de la mujer por el trabajo asalariado y el trabajo doméstico obligado, así como los prejuicios basados en el género, la discriminación y la violencia hacia a la mujeres persiste a pesar del reconocimiento jurídico de la igualdad por el Estado burgués. Además de que dicha desigualdad se manifiesta con toda su fuerza en las mujeres trabajadoras y se amplifica en las mujeres del campo.
En una sociedad donde persista la explotación del trabajo no es posible garantizar la realización efectiva de los derechos de las mujeres, sencillamente porque se les niega el acceso a los servicios públicos y gratuitos que garanticen la liberación de las mujeres por medio de su instrucción, acceso a la salud, maternidad electiva y segura, porque tienen que elegir entre el cuidado de sus hijos y su educación, trabajo y desarrollo social. Además, de que se mantienen los prejuicios y prácticas reaccionarias que condenan a las mujeres al trabajo obligatorio en el hogar y la función reproductiva obligada, elementos centrales para la sociedad de clases y la preservación de la propiedad privada.
México se inserta completamente en este marco de desigualdad para la mujer propio del capitalismo. En nuestro país, las mujeres ganan entre 10 y 30% menos que los hombres en fábricas y empresas privadas, así como en algunas instituciones de educación pública. Cada día hay despidos de mujeres debido al embarazo y muchas se ven obligadas a posponer o suspender definitivamente su desarrollo profesional a causa de la falta de derechos que garanticen el cuidado materno. Estos agravios se ven potenciados por las recientes reformas a la Ley Federal del Trabajo, ya que la legalización de la subcontratación y de formas de contratación a prueba y con horarios flexibles deja a las mujeres trabajadoras sin seguridad social y sin recibir los derechos de cuidado materno que necesitan para desarrollar su trabajo en condiciones saludables para ellas y sus hijos.
Por si esto fuera poco, la proliferación del narcotráfico en México, como una forma de capitalismo ilegal, afecta de manera muy grave a las mujeres, agudizando la violencia contra ellas, al multiplicarse delitos como el secuestro, la trata de mujeres para la prostitución obligada, los feminicidios y también la perpetración de crímenes políticos contra periodistas, luchadoras sociales, activistas y militantes.
Ante este panorama, es preciso reafirmar que para el Partido Comunista de México (PCdeM) la lucha por la igualdad de la mujer y la equidad de género no son formulaciones vacías que se limitan a las trasformaciones de los marcos legales del Estado burgués. Tal como nos enseñaron las obreras textiles de 1857, la disputa por la liberación de la mujer es parte central de la lucha contra la opresión de clase y una de sus expresiones más consecuentes. Para nosotros, la liberación plena de la mujer de su doble opresión sólo será obra de la acción consciente de la clase obrera y sus aliados por revolucionar el orden social actual y por construir una sociedad sin clases, es decir, construyendo el socialismo.
Los gigantescos avances para garantizar la igualdad de la mujer que se dieron en el periodo de construcción socialista de la Unión Soviética y que se continúan dando en países socialistas como Cuba, nos dan la certeza de que hemos elegido la trinchera más honesta para pelear contra la opresión de la mujer y tenemos la seguridad de que la defensa permanente de las demandas históricas de la mujer, forma parte inseparable de la gran batalla por liberar a la humanidad de toda forma de explotación.
¡Viva la lucha de las mujeres trabajadoras!
¡Por la revolución y el futuro comunista!
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Comité Central del Partido Comunista de México PCdeM